domingo, 25 de marzo de 2012

Y él, que nunca se atrevió a flotar...

Sentir que no hay aire,  que el oxigeno se diluye en mis pulmones...tu sombra aparece en la inmensidad de la ondulada mancha que nos arrastra al abismo cada ínstante.
Ese abismo que nos dice lo que ya sabemos, que en el punto de partida es cuando empieza nuestro final.
Los gritos se entremezclan con los gemidos de la ballena, en los que siempre intento colarme en el eco de su voz, pero nunca escucho mi corazón latir...por más que me tapo los oídos nunca llego a escuchar el sonido de mi vida.
Sólo siento como fluye por mís venas, el veneno del agua contaminada que escupes cada vez que me miras.
Mi mirada está sombreada por un fundido a negro que apenas deja ver el claroscuro de la ansiada luz que nunca llegó, que nunca llega y que nunca llegará.
Quizás, solo necesite un pequeño parentesis en el que pueda iluminar la acuosidad del fondo del mar.