jueves, 18 de abril de 2013

Es demasiado duro respirar.


Yo no quiero que mi identidad se construya bajo el sustento de una profesión o un empleo, me parece realmente triste.
No quiero que mis pensamientos sean estandarizados y dirigidos externamente por las instituciones que nos inducen a una forma de entender la vida que favorezcan los intereses de aquellos que las regentan.
Yo no quiero que mis pensamientos se institucionalicen y estén condicionados por la lógica material que nos imponen.
No me plegaré a vuestras exigencias, no dejaré que me robéis mi vida por un puto salario paupérrimo que me esclaviza en el consumo de vuestras necesidades creadas.
No dejaré que me empobrezcáis más con vuestros itinerarios formativos, negocios lucrativos de esperanza ilusoria, que no hacen más que enmascarar lo que realmente entraña, una jodida pérdida de dignidad personal por una mísera limosna de vuestro insondable poder.
Eso que tanto alabáis, que pretendéis que yo alabe, no lo quiero, no lo necesito.
No quiero ser parte de este sistema, huele a podrido en todos sus rincones, en todo este “proyecto de vida” que se nos desmorona delante de nuestras narices.
No pretendo ser participe de un mundo donde la fragilidad de lo seguro es una condición alimentada de libertad individual desprotegida, cuya expresión está impregnada de control institucional como única verdad.
Vuestras expectativas no serán las mías, quiero tener mi propio pensamiento, mi propia identidad como persona consciente de sí misma, no soy un puto monigote más de vuestro puto circo.
Mi piel es mi frontera, y en mi mente mando yo.