jueves, 13 de junio de 2013

Cotidianeidad profunda.

Después de tanto tiempo, la indeterminación crece en lo invisible del quehacer diario.
Como un drone, que arrasa todas nuestras expectativas fundadas por la diferenciación de la media.
Seguir truncados en los momentos del pasado, mirando hacia atrás, para escapar de un futuro que no existe.
Todo eso, es presente.

Sucesión temporal de acontecimientos que ocurren sin voluntad de intervención individual, solo  dejándonos llevar, por las olas que moldean las concepciones ilustres, que se banalizan en la mediatización de nuestras aspiraciones.
Todo eso, es involución.

Una nueva mirada que se acerca a nuestras retinas, percibimos el mundo en un negro azulado, que apenas permite comprender el halo de luz con el que estamos bendecidos.
Todo eso, es ostracismo.

Captar la atención de los objetos inertes de nuestro alrededor, esos que hacen sentirnos como si estuviéramos vivos, pero que no son más que una falsa ilusión de humanidad.
Se sobreviene el catalizador de los sentimientos, de la no comprensión del ser social, en la que cada uno de nosotros, llevamos nuestro individualismo al extremo, a la amoralidad de la empatía, al sufrimiento de la solidaridad, a la tortura del amor.
Todo eso, es olvido.

Desfallecido.

Nada alrededor de su corona. El viento la deshoja fundiéndose con el gris del cemento. Nuestro destino, es la condena más absoluta de los anonimatos.