martes, 24 de julio de 2012

Inacabamiento desprendido.

Decenas de voces encontradas, ninguna dice nada que me vierta el sentido que anhelo encontrar.
La pérdida se hace patente en este mundo envolvente, donde siempre intento subir la mirada hacia el sol que me quema los ojos. Esos ojos cansados de los rayos de luz que hierven lo oscuro del espectro atmosférico del cristalino, mirando de un lado a otro, sin conseguir apreciar nada que cautive el impulso hacia el exterior.
Mejor me quedo en el interior, donde el único dueño de mis actos, es la quietud por pensar en lo inerte, en la aparente espiritualidad material que no consigo desmembrar.
La salida esta cerca, aunque con pasos pausados prosigo hacia ella, en cuyo camino se avista un aguado hilo fino que no hace más que crear un descenso de opacidad golpeando con el espejismo de transparencia imaginada desde la inocencia del llegar a ser.
Un camino que cada vez se acerca más y un llegar, alejándose aún más.

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