Los ojos que una vez fueron mi obsesión, ahora no son más que dos cartones cuadriculados, perecederos de sentimiento, segmentados en indiferencia y distancia, convertidos en el olvido de las cenizas con las que surgió la mentira de tu aura.
Recién llegada del cielo, las nubes se disiparon radiando con fuerza nuestros corazones, explotados en una semana donde el fuego predominó nuestros seres y donde dimos absolutamente todo de lo que eramos capaces.
La rebelión efimera de nuestras almas, se tradujo en un anhelo tedioso y paulatino, el cual, ha ocupado mi pensamiento todo este tiempo.
Ahora solo quedan los restos de lo que fuímos, se ha transformado dicotómicamente en dos polos opuestos insensibles a las palabras timidas que salían de nuestros labios.
Ya no sabemos que decirnos, el puente que condujo a la unión de nuestros cuerpos, se ha derrumbado en la tempestad del tiempo y la lejanía que tu quisiste dictaminar.
Aún así, estoy seguro de que me sumergiría contigo en la bravura de las olas hipnóticas de tu sequía abominablemente insoportable.
En el temido adiós, patente en el silencio de la fijación pausada de nuestra respiración, mis pulmones siguen reventando por tí.
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