Cuanto
más se intenta practicar la idea del bien, más difícil es vivir.
Ves
como la gente de alrededor te falla continuamente, obnubilados en sus burbujas
egotistas e hipersubjetivistas donde solo existe su yo – un yo egocentrista y
vivido para sí – en el que no existe el respeto ni el mayor ápice de empatía
por el otro.
Ya
no se atiende dedicadamente a la observación de las emociones y los silencios
que procesamos las personas, simplemente solo nos percibimos (y de forma
distorsionada) a nosotros mismos sin importarnos la expresión interna emanada
del corazón de la otra persona.
Estamos regidos por un mundo en el que no nos han educado para convivir de forma humana, no vemos más allá de lo que nos dicta nuestra mente pervertida por el materialismo y el pragmatismo relacional utilitarista, el cual, nos delimita a una interacción robótico-mercantilizada e instrumentalizada cuyas bases se asientan en el frío cálculo deshumanizado y en la consecución de objetivos cuyo único fin es el beneficio propio.
Estamos regidos por un mundo en el que no nos han educado para convivir de forma humana, no vemos más allá de lo que nos dicta nuestra mente pervertida por el materialismo y el pragmatismo relacional utilitarista, el cual, nos delimita a una interacción robótico-mercantilizada e instrumentalizada cuyas bases se asientan en el frío cálculo deshumanizado y en la consecución de objetivos cuyo único fin es el beneficio propio.
En
la actualidad nos es imposible dar sin pedir nada a cambio, sin que esperemos
un comportamiento del otro que nos beneficie, sin que ganemos nosotros.
Este
modelo de sociabilidad es realmente vomitivo.
¿Dónde
ha quedado el respeto por el otro?
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