martes, 11 de noviembre de 2014

Sueño quimérico.


Resistir a los designios diseñados por el otro.
Siempre buscando la parte auténtica de uno mismo, crear la propia voluntad, la propia decisión y la propia acción.

El ardor es el signo de una dolorosa derrota que nos ha sucumbido, pero hoy está de nuevo expresándose en pleno fervor, el ánimo de un espíritu imbatible, imperturbable, eterno, que se levanta una y otra vez hasta vencer las quimeras oníricas de este mundo ilusorio.
Convertir la fugacidad de la vida en un encuentro eterno con lo increado. Este es nuestro destino y así debe ser.

En la búsqueda del honor y la lealtad encontraremos el retorno hacia el origen.

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