Golpe
directo al lugar más vulnerable, a donde el orgullo se ancla con raíces
gruesas, incrustadas en la hondura de la piel.
Bajarse
del pedestal y reconocer que la exclusividad es pura ilusión ególatra.
Nadie
es mejor que nadie.
Simplemente
cada uno exterioriza su talento como mejor puede, no admite comparación con el
talento de la otra persona, dado que él, en su subjetividad, proyecta un mundo
totalmente diferente a la subjetividad del otro.
Cada
uno tiene un significado subjetivo y específico de las cosas, su visión,
circunstancias, historia y su propia mirada propia del mundo.
En
eso consiste nuestra existencia, en que cada uno de nosotros descubramos con
nuestra propia peculiaridad y singularidad – todos somos únicos - la realidad que percibimos, alimentando así,
la riqueza y diversidad creativa del mundo en el que vivimos.
Debemos
aceptarnos y evitar agravios comparativos entre nosotros, cada uno es un
universo en sí mismo, y cada uno aporta algo diferente, único y auténtico a nuestra
naturaleza esencial.
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