Inspiración divina que no llega, lo místico de tu mirada deviene depurada del iris de tus párpados.
Tu guía ascética se desmorona una vez más, para dar paso a la necesidad material de tus besos. Éstos comienzan a quedarse en el recuerdo más profundo de mi memoria.
Te juro que si intento rememorar las señales que improvisábamos, no me sale nada más que la mecanización automatizada de las notas de la vieja canción que conocí una vez.
El disco se empieza a rayar, a resquebrajarse por la mitad...cada minuto se oye más bajo, estás a punto de desaparecer.
Toda la conexión que tuvimos se queda en una simple carátula, que se está quedando oxidada en nuestra estantería, cuyas esquinas afloran la desgana y dejadez de dos espíritus libres que ya no necesitan el uno del otro.
Hoy en mi tocadiscos está sonando esa vieja canción, y es que siempre, es la misma canción.
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