domingo, 21 de julio de 2013

Domingo de exilio.

Parte I:

Sonidos que ensordecen el latido del corazón.
Victimas del bullicio de una soledad encontrada.
Silbidos de un rechazo acumulado que se presenta día tras día.
Esto comienza a pesar, siempre es la misma historia.
Se renuevan los fracasos con el mismo aroma de siempre.
Me suena a una vieja canción que nunca se termina.

Parte II:

Alcanzar lo que uno se propone es tarea inútil.
Nos comportamos como tipos idealizados que destruyen nuestra identidad, la cual, nos hace revelarnos en una encrucijada de la que no podemos salir.
Siempre proyectando nuestra eterna búsqueda, reflejando, en cierto modo, el sentido de lo que alguna vez hemos sido.
Desde el útero materno, contamos con un camino prefijado, donde la predeterminación de nuestras acciones contraponen nuestra ansia de libertad.
Estamos encaminados a iniciar un éxodo para nunca encontrar.

Parte III:

Olvidados entre la inmensidad del tiempo, seguimos flotando en su realidad tangente.
Observando el 'otro mundo', aquel que conforma el peligro artificial de un cuento inventado, en el que se nos plantea como real, lo inverosímil del zócalo de nuestro propio fin.
Nada es real, todo conforma un diseño superfluo, en el que los hilos actúan como esa deidad invisible que nos convierte en simples marionetas sin voluntad.
Estamos destinados a imitar movimientos automatizados que no nos permiten desplazarnos hacia dimensiones más allá del espacio-tiempo.
Solo somos unos cuerpos vacíos, que convergen simultáneamente en su fatalidad dual: Perdidos y hallados.

Ficción verosímil.

La fragilidad se hace patente cuando se desploma el ideal superficial que tienes de ti mismo.
El caparazón es lo único que nos hace fuertes, sin él no somos nada.  Nuestro camino se constituye en apariencia juzgada del exterior.

Tú te crees todas las características que te han configurado extrínsecamente, internalizándolas como una propia identidad emanada de tu propia esencia natural, pero, solo es una atmósfera creada social y culturalmente, ese no eres tú.

Tú eres la propia naturaleza de tus instintos, la energía que hace brotar tu corazón, la luz que te hace comprender cada instante de tu vida.

Sal del caparazón, muestra lo que eres en realidad, un ser libre de las ataduras que nos impone la teatralidad de la frustrada cotidianeidad  en la que estamos inmersos.

Muestra lo que llevas dentro de tu ser, esa es la única realidad que existe.

Papel mojado.

Mentes estafadoras que crean expectativas hechas de papel.
El papel se moja y por consiguiente, se destruye, al igual que nuestras mentes.
Todo lo que nos rodea está instalado en la superficie de lo artificial, y tú también lo estás.
Estás falto de tu esencia, recorriendo la espiral de la mentira en la que vivimos.
Lo mejor que puedes hacer, es dejarte llevar e intentar que tu papel, en este mundo seco de verdad, no se moje.
Simplemente, se verdadero dentro de esta puta mentira.

Desequilibrio focal.

Siempre intentando enfocar la dirección que has de tomar en tu vida, pero se desenfoca cada vez que crees que tu destino está nítido.
Tu visión está borrosa, solo existe una dirección en la que la luz es equilibrada, y esa es la muerte.
Por lo tanto, a estas alturas, deberías pararte a pensar que la vida es desequilibrio y borrosidad, ya que solo cuando te sientes así, sabes que estás vivo.

sábado, 20 de julio de 2013

Mañana dramática.

Mí estómago se remueve como si fuera un torrente de fuego expulsado por Dios.
Se balancea estremecidamente, golpeando los bordes de mi esófago, como si de una erupción volcánica se tratara.
Asciende de los infiernos para enturbiar mi aliento una vez más, generando así, una frágil burbuja que explota en el apogeo liberado de las cenizas sedimentadas que mis continuas decepciones han acumulado.
Me presiona fuerte, en la garganta, demostrando la densidad de su solidez, y la estrechez del cauce que bombardea las ilusas esperanzas de la noche anterior, en la que mi boca, se llena de ese ardor líquido que busca irremediablemente una salida desesperada de mi cuerpo.
Por eso, siempre en la mañana siguiente, miro al cielo, desencajo mi mandíbula, introduzco el filamento serpenteado del cuchillo en mi cuello, y por fin, siento el fluir de mi ser recorriendo por mis embriagadas venas.

jueves, 18 de julio de 2013

Incerteza.

Ensañado en la pereza de lo inquieto.
Instalado en el servil compás del fluir inmenso.
Sin mostrar voluntad, resisto a la mutación.
El vaivén del sonido se engarza con la quietud del silencio.
Lo iluminado se presenta entre la dualidad de lo visible, entre el camino del ostracismo de lo imperceptible.
A veces, inundo las orillas de claridad y otras de oscuridad, pero el silencio es una constante de presión interna.
Se está acercando una desgarradora afrenta, y yo sin conseguir escuchar lo tangible.