domingo, 21 de julio de 2013

Domingo de exilio.

Parte I:

Sonidos que ensordecen el latido del corazón.
Victimas del bullicio de una soledad encontrada.
Silbidos de un rechazo acumulado que se presenta día tras día.
Esto comienza a pesar, siempre es la misma historia.
Se renuevan los fracasos con el mismo aroma de siempre.
Me suena a una vieja canción que nunca se termina.

Parte II:

Alcanzar lo que uno se propone es tarea inútil.
Nos comportamos como tipos idealizados que destruyen nuestra identidad, la cual, nos hace revelarnos en una encrucijada de la que no podemos salir.
Siempre proyectando nuestra eterna búsqueda, reflejando, en cierto modo, el sentido de lo que alguna vez hemos sido.
Desde el útero materno, contamos con un camino prefijado, donde la predeterminación de nuestras acciones contraponen nuestra ansia de libertad.
Estamos encaminados a iniciar un éxodo para nunca encontrar.

Parte III:

Olvidados entre la inmensidad del tiempo, seguimos flotando en su realidad tangente.
Observando el 'otro mundo', aquel que conforma el peligro artificial de un cuento inventado, en el que se nos plantea como real, lo inverosímil del zócalo de nuestro propio fin.
Nada es real, todo conforma un diseño superfluo, en el que los hilos actúan como esa deidad invisible que nos convierte en simples marionetas sin voluntad.
Estamos destinados a imitar movimientos automatizados que no nos permiten desplazarnos hacia dimensiones más allá del espacio-tiempo.
Solo somos unos cuerpos vacíos, que convergen simultáneamente en su fatalidad dual: Perdidos y hallados.

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