viernes, 24 de enero de 2014

Transformación lúcida.


Carne barata caminando entre sí, sin atender a aquellas características que les hacen decirse sobre sí mismos.
Al igual que sombras de humo, se esfuman del sufrimiento y el dolor.
Siempre  padecen  la necesidad de obtener placer inmediato, si algo requiere unos segundos más de su simple existencia, lo desechan hasta el fin de esta.
Pereza, languidez, simpleza, facilidad, cortoplacismo, vaguería, laxitud, holgazanería, imitación, pasividad, pasotismo, hastío, aburrimiento, vaciedad, desgana, desinterés.
Estas son las características más definitorias del individuo medio perteneciente a la masa atomizada del siglo XXI.
¿Cuándo haremos algo digo de nuestra naturaleza?
Aniquiladas todas nuestras virtudes, nos queda la nada, o lo que es lo mismo, la búsqueda desesperada del vacuo placer externo.
Nos queda atender a nuestros estímulos prefabricados para animalizarnos en seres de la esclavitud laboral y  del “folleteo anti-erótico” con los que comernos las migajas del putrefacto nutriente de la frustración constante y crónica que padecemos.
Hemos de decir basta y recuperar las virtudes que constituyen lo humano.
Honestidad, Justicia, fortaleza, magnanimidad, templanza, convivencialidad, prudencia, modestia, sublimidad, belleza, bondad y la más importante: VERDAD.
Unamos nuestras energías para establecer una ruptura con la cosmovisión y estructura del sistema actual y convirtámonos en un ser integral cuya existencia sea conforme a la naturaleza, a la cual, nosotros pertenecemos.
Retornémonos a ella y agradezcamos que nos dé esta maravillosa experiencia de estar vivos y de existir.
Somos luz, brillemos.

 

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